Esperando el 40 de Mayo
Pisar la tierra, respirar la hierba, escuchar el viento, acariciar el trigo… conectar con la naturaleza… acogiendo al solsticio que inicia mi nueva etapa.
En mi paseo por el campo, en primavera a punto de estallar un junio de luz estridente, me encuentro en las eras de un pueblo. La primavera comienza a hacer sus maletas y el verano está a punto de aterrizar es estos campos que me acogen.
Estos campos que me arropan en el silencio, que me hacen sentir el calorcito envolvente, que me permiten hasta oír el balanceo de las espigas contorneándose al ritmo del aire, de la hierba que me evoca tiempo de sosiego y paz en calma.
Me cuenta, me dicen, que atrás quedó el frío del invierno, que ya cantan al solsticio de la primavera, al tránsito inevitable del tiempo.
En mi cámara se cuelan esos sonidos de la naturaleza, el movimiento, la luz, de ese vaivén sagrado y natural, que siempre quedará en mi memoria y en la obra “Esperando al 40 de mayo”, que me permite mostrarlo a los demás.